viernes, 15 de junio de 2007

EL GESTO DE LA CORTESANA

http://www.youtube.com/watch?v=DApWbnEAcwU

Hace, calculo yo, unos seiscientos años existió un reino donde habitaban un centenar de personas. Ninguno hizo nada relevante para que se reflejara en la historia, ¿o sí? Con lo relatado a continuación cada uno podrá hacer su juicio.
Como iba diciendo hace más de seiscientos años, hubo una corte y en esa corte unas cortesanas y entre ellas, Isabel. Una cortesana joven, a la que le estaban buscando consorte para ser bien casada. Hasta la fecha le habían puesto en bandeja de plata a cinco pretendientes de buena familia pero ella se negó a que ninguno de ellos la tomara en matrimonio. Al que no le ponía una falta, le ponía dos. Y se dice, se cuenta, se rumorea que al ver a alguno, hasta llegó a vomitar.
Todo el trajín de buscarle un esposo venía dado por el repentino fallecimiento de Luis Carlos, su prometido desde la cuna.
Los sirvientes ya estaban hasta el gorro de los repetidos desprecios de Isabel a sus pretendientes, la voz se había corrido y ya habían pocos hombres, ni buenos ni malos, que quisieran acercarse a palacio a pretender a la cortesana. Y los que se acercaban sí querían pretender algo…, pretendían robar.
Los encargados de preparar la gran boda ya lo tenían todo dispuesto para el día que pudiesen hacer la celebración. De hecho tenían tantas cosas preparadas que casi a diario tenía que tirar comida, cada dos días preparaban el menú nupcial.
Ya no había tiempo para más miramientos, pronto Isabel cumpliría dieciséis años y se convertiría en una solterona, entonces si que nadie se querría casar con ella.
Partieron quince hombres rumbo a la busca de un marido para su cortesana, tenían dos meses para encontrarlo, él que lo trajese tendría una gran recompensa.

El primero y el único en llegar, los demás, se supone, perecieron en el camino, vino con las manos casi vacías, no traía pretendiente alguno, pero sí un anillo. Él quería convertirse en el esposo de Isabel. Todos aceptaron de buen gusto. Al fin y al cabo había sido un hombre valiente, él único que había vuelto sano y salvo.
Llamaron a Isabel y la sentaron en su trono, ante ella el caballero se postró con un anillo. Ella, esposo no quería pero el anillo le parecía una de las joyas más bellas que jamás había visto, así que puso su mano, pero en vez de extenderla, cerró el puño y alzo el dedo corazón. El hombre le puso el anillo en aquel dedo que se erguía hacia el cielo.
Isabel enseñó el anillo, sin cambiar la pose, a la corte que allí se había congregado y les dijo:
- No me caso. Iros a tomar por culo.
Se dice, se comenta, se rumorea que desde entonces se utiliza el gesto del puño cerrado con el dedo corazón para arriba para mandar a la gente allí donde la cortesana los envío.

Por cierto, no se casó, se marchó con el anillo y cuando al fin dieron con su paradero le quitaron la joya que devolvieron a su dueño y a ella la guillotinaron.

2 comentarios:

José Antonio dijo...

Ante tal cuento, de los que no se cuentan a tu primogénito cuando te vas a dormir, queda bastante claro por qué los seres humanos a veces somos tan desagradecidos.
Muy buena la historia.
Saludos

Diana Coronado dijo...

Pongase unas fotitos de zapatitos en su blog jaja.
NIce!!