VICTOR, ¡VICTORIA!

Víctor yacía muerto sobre el nuevo sofá de piel de Luís. La forma en la que estaba el cuerpo y la sangre salpicada en diferentes paredes hacían más que sospechar que Víctor, nuestro querido Víctor, no había fallecido de forma natural o por accidente, había sido asesinado. Todas las pruebas, a primera vista, hacían pensar que Luís había perpetrado aquel brutal asesinato, la cuestión era por qué.
Cierto que todos conocían la envidia que Luís procesaba a Víctor por lo que éste había sido capaz de hacer. Con quince años había terminado la carrera de informática y aunque todavía legalmente no podía entrar en el mundo laboral, escribía artículos para algunas revistas de su especialidad. Con esto célebres artículos, que por supuesto facturaba su padre, cobraba más que muchos en ocho horas de trabajo diarias en un despacho, como por ejemplo Luís. A la hora de su muerte Víctor era propietario de una gran empresa y tenía contratado como su mano derecha a Luís, Víctor ignoraba los celos que éste le procesaba, él le tenía gran aprecio.
Con una diferencia de doce años, en la cabeza de Luís no entraba el ser el eterno segundón.
Los amigos nunca pensaron que Luís fuese capaz de hacer nada en contra de nadie y menos de Víctor.

Víctor aunque superdotado nunca había tenido problemas para relacionarse con los demás, al contrario, también destacaba por lo agradable de su carácter, se podía haber casado con la mujer que hubiese deseado pero siempre decía que tenía demasiadas cosas en la cabeza para tener que pensar y compensar también a una familia.

Allí delante de su cuerpo inerte vi pasar toda su vida y eché en falta todos aquellos sueños que explicaba y ya nunca podría conseguir.

Supongo que no pasó mucho tiempo entre que aparecimos todos ante el cadáver y alguien llamó a la policía.
Volví en mí al oír tan cercanas las sirenas.
- ¡Dios mío Luís como has podido!, Luís seguía en estado catatónico.

La policía echó un primer vistazo y uno le dijo a otro que nos metiese en otra habitación y empezara con el interrogatorio.
Un médico atendió a Luís.

Primero cosieron a preguntas a Juan. Después media hora más de interrogatorio para cada uno. Con Luís lo intentaron pero insistía en que había llegado sobre las siete y hay se había encontrado el cuerpo de Víctor, era incapaz de contener el llanto.
- Nos han llamado a las 08:22, ¿se puede saber por qué no han llamado cuando han visto el panorama?
Luís bebió agua y dijo, no con poco trabajo:
- no sé porque, lo primero que se me ha ocurrido ha sido avisar a nuestros amigos…
- De momento queda usted detenido.
Luís no opuso resistencia
Me senté en un rincón; de un plumazo me había quedado sin cuñado y prácticamente sin marido. Sí, Luís y Víctor eran hermanos y yo la mujer del primero.
La verdad es que me casé con Luís para estar cerca de Víctor, mi amor de toda la vida, me pasé años amándole sin recibir respuesta alguna por su parte, los diablos se me llevaban. Todo el mundo conocía mis amoríos por Víctor, incluso Luís. Así que nuestro matrimonio fue de pacto aunque nadie fue tan valiente como para expresarlo.
Luís quería todo lo que su hermano pudiera tener, así que él por sus motivos y yo por los míos hicimos de nuestro matrimonio el tandem perfecto. Al principio teníamos sexo y era bueno, pero siempre era sexo por sexo y al final de todo se cansa uno.
Hacía más de año y medio que no nos tocábamos, ninguno nos lo echábamos en cara, supongo que cada uno se desahogaba como podía y con quien quería. El culpable de que ya no tuviésemos ningún encuentro carnal fue de Víctor.
Una tarde, más bien noche, de hace un año y medio aproximadamente, entró en mi despacho, soy la directora de recursos humanos de su empresa, para preguntarme como iba el proceso de selección para reclutar un nuevo comercial, tan siquiera sé si le di respuesta o sólo le abordé, la represión de tantos años tenía que acabar un día u otro.
Qué alegría fue la mía al ver que él no se resistió e hicimos el amor, yo como nunca lo había hecho antes. Desde entonces hasta la fecha de su muerte, hemos sido amantes, cómplices de la misma traición.
Muchas veces lo pensé: a Luís nunca le hubiese importado que me acostase con otros, pero con Víctor…, si se hubiese enterado, no lo hubiese soportado.
No sé si confiaba en mí…, pero en Víctor seguro, tenía como imagen de la perfección a su hermano, un ser incapaz de traicionar y menos a sangre de su sangre.

La policía nos pidió que no saliéramos del país, a poder ser de la ciudad.

Mientras Luís estaba en prisión preventiva, los demás enterrábamos a Víctor.

Todavía no había salido el juicio y el abogado no nos daba grandes esperanzas en que Luís pudiese salir aunque fuese bajo fianza, todos creíamos en su inocencia, sobre todo yo.

Un miércoles unos notarios nos reunieron a todos y al abogado de Luis, que era su representante en su ausencia, para proceder a abrir el testamento.
Yo había tenido acceso a los documentos, por casualidad, no hacía ni dos meses. Dejaba todo a su hermano y si éste no podía hacerse cargo por el motivo que fuese todo iría a sus sobrinos mayores de edad, si los hubiese, que no era el caso.
Como hombre precavido y visionario tuvo en cuenta la posibilidad de no tener familiares directos para hacerse cargo de su empresa y se la dejó íntegra a sus amigos, incluida yo misma, había suficiente para todos y bien organizados iba a ser cuestión coser y cantar llevar la organización a buen puerto.
¡SORPRESA!, mi querido cuñado me había excluido del testamento y creo que sabía por qué.
El día en que murió quedé con él en mi casa, la de Luís. No era un sitio habitual donde tuviésemos nuestros encuentros pero a veces confieso, era ideal. Ese día no lo cité para hacer el amor, tampoco para matarlo pero así fueron los hechos:
Estaba embarazada de dos meses y creí que ya era hora de hacer participe al padre de la criatura, evidentemente el padre era Víctor. Le di la buena nueva y parece que él no se alegró demasiado, acto seguido le dije que había visto el testamento y que ahora lo tendría que modificar, su primogénito venía en camino. Me dijo que no podíamos hacerle aquello a su hermano, algo que parecía nunca haber tenido en cuenta, ahora lo utilizaba para rechazar a mi hijo, a nuestro hijo que una cosa era “ojos que no ven, corazón que no siente” y otra muy diferente anunciar a bombo y platillos el resultado de nuestros polvos. Nunca le había escuchado hablar así, incluso llegó a dudar su intervención en mi embarazo. Me cegó y no sé que se me pasó por la cabeza para clavarle reiteradamente el abrecartas que tenía encima de la mesita de centro.
Me marché y caminé hasta que recibí la llamada de Luís, iba dispuesta a contárselo todo pero no fui la primera en llegar. La imagen que recordaba de Víctor ya cadáver no era tan grotesca como la que después tuve ante mis narices. Luís confesó que cuando entró ya estaba muerto pero la rabia contenida durante todos aquellos años le había acabado perturbando y que cogió el abrecartas y le asestó nuevos pinchazos. Sus huellas fueron las únicas que encontraron y ahora esta en prisión.
Nuestro matrimonio acabó en divorcio y hoy estoy felizmente casada con Juan, puso sus apellidos a mi hijo y sigo siendo la responsable de recursos humanos y él el presidente de la compañía.