SACARINO, ENDULZO PERO NO ENGORDO

Hace tres años que había dejado de tener pareja estable y Ariadna se estaba volviendo loca o la estaban volviendo loca.
Era como si de repente el estar casada o viviendo en pareja fuese lo que estaba de moda. Sentía que sus amigas, lógicamente emparejadas, la miraran como a un bicho raro. Incluso cuando preparaban alguna cena siempre la advertían de que todos iban a ser parejas - ¿Algún soltero?, por favor – se preguntaba siempre.
A su mejor amiga, Montse, si se atrevía a decirle y preguntarle:
- ¿Es qué soy la única persona soltera que conocéis?
- ¿De más de treinta…?, sí. – respondía ésta sin miramientos.
- Montse, bonita, te casaste con veintiocho, tuviste dos hijos entre esa edad y los treinta y uno, tu marido te puso los cuernos todo lo que quiso y un poquito más y después te abandonó para irse con una de veinte. ¿Qué tengo que envidiarte?
- No tienes que envidiarme nada. Sólo te digo que aquello me sirvió para madurar y ahora soy feliz con Oscar – su nuevo marido-.
- Sí, sois muy felices. Porque no os veis. Porque él se pasa toda la semana en Madrid o de conferencia en conferencia.
- ¿Me quieres amargar en día?
- No. Simplemente quiero decirte que os pasáis la vida criticando mi solitaria vida y la vuestra, por muy emparejadas que estéis, tampoco es para tirar cohetes.

Después de tal conversación, Ariadna estuvo pensando en la posibilidad de tener hijos.

Al menos si tenía una de esas cosas babeando en el salón de casa de sus amigos, nunca más se meterían con ella. Y tal y como estaban las cosas era más fácil quedarse preñada que encontrar marido.

Durante las vacaciones, como todos sus amigos o se habían ido hacer la ruta de Mickey Mouse o se habían preparado una escapada romántica, Ariadna se quedó a solas con su soltería pero no quería perder el tiempo. Estudió la mejor manera para quedarse embarazada:

Ir a buscar una niña a China: demasiado tiempo.
Inseminación artificial: ¿Y si el esperma resultaba ser de Víctor? – Víctor era el marido de una amiga suya que un buen día, cuando estudia en A Coruña decidió, en un arrebato altruista, donar sus soldaditos, como él los llamaba.
Ariadna había leído, que si donas en esperma por ejemplo en Barcelona, éste es repartido al resto del país para tener menos posibilidades de que dos hermanos biológicos se encuentren. Así que haciendo pocos cálculos, era más que posible que el esperma de Víctor hubiese viajado y estuviese esperando en cualquier tubo de ensayo a entrar en sus óvulos. Y ella creía en las casualidades. Se le ponían los pelos de punta sólo pensar en tener un hijo de Víctor. ¡ BUAAAJJJ!
Opción fácil. La de toda la vida: Chica conoce a chico. Chica conoce el currículo del chico y braguetazo que te crío.
Y así fue.

Discoteca, pub. Pub, discoteca buscando al macho ibérico con carrera universitaria y no estaba de más enterarse de la posición económica, por si algún día la criatura quería conocer a su padre.
Viernes noche, agosto. Aquel de la barra no esta mal y su cara me es familiar. Ariadna se acerca, él le sonríe, ella le sonríe y…
- ¡Hola Ariadna!
- ¡Hola mmmmmmmmmm….!
- Arcadio. Soy Arcadio
¿Cómo se le había podido olvidar tal nombre? Se preguntaba sin dar crédito
- ¿Qué tal?
- Muy bien, aquí tomando una copa.
Éste podría ser la solución a todos sus males. Pero con ese nombre… Bueno démosle una oportunidad, para cambiarse el nombre siempre está a tiempo, además existen los diminutivos o los apelativos cariñosos.
- ¿Qué hiciste después de acabar la carrera? – Pregunta rápida, acaba de acordarse de que estudiaron juntos

- Seguí con el negocio familiar y la verdad no me puedo quejar.
- ¿Casado?- que directa.
- Sí, pero estoy buscando un plan para esta noche, ya sabes el rollo de siempre que si mi mujer no me entiende…
- ¡¡¡¿Cómo?!!!!
- Es broma, mujer. Sigo soltero

¿Por qué sigue soltero?, ¿tendrá alguna enfermedad?, ¿será un psicópata?, ¿un salido?, ¿será gay?, todas estas preguntas asaltaron de pronto en el cerebro de Ariadna y como quien no quiere la cosa preguntó:
- ¿Eres gay?
- No, me gustan las tías pero no lo que conlleva vivir con ellas.
- Y ¿qué conlleva convivir con nosotras?, si puede saberse.
- No te mosquees.
- No, no, tranquilo, es simple curiosidad.
- Pues conlleva tener el váter como una patena pero lleno de potingues. Viví dos meses con una chica hasta que confundí su laca con mi desodorante. Nunca más.
Ariadna no pudo más que echarse a reír. Tal fue el ataque de risa que las lágrimas recorrían sus mejillas. Arcadio, muy amable, le secó la cara y hay empezaron a enrollarse. Cuando quisieron darse cuenta llevaban toda la noche en la cama.
Al día siguiente, sábado, ya por la noche, volvieron a quedar y también se enrollaron hasta el amanecer. Así estuvieron quedando, todos los fines de semana, casi un mes y medio. Ariadna quería que Arcadio diese en la diana y luego si te he visto no me acuerdo.
Uno de los pocos días que Ariadna y Arcadio no se vieron, Ariadna quedó con un amigo de esos de toda la vida que estaba, el pobre, de bajón. Eran sólo amigos porque él era gay declarado, además pintor bohemio sin un duro. David y Ariadna cenaron y bebieron demasiado, el uno al otro se contaron sus más pésimas penas y al final buscaron consuelo el uno en el otro. Ya por la mañana, mojando las magdalenas en el café, reconocieron que habían echado el peor polvo de su vida.


Dos meses sin que venga la prima del pueblo, como decía la madre de Ariadna. Ya no podía esperar más para saber si estaba en estado de buena esperanza. Fue a una farmacia a veinte kilómetros de su casa, quería evitar que nadie la conociese y fuesen con el chisme antes de saber si sí o si no.

En el lavabo, rosa, se pintó de rosa, ¡estaba embarazada!, todos sus problemas con la sociedad quedaban solucionados.
Desde el momento que hizo extensible la noticia a los cuatro vientos, todo el mundo la miraba diferente, ya no era la eterna solterona.

Su nuevo estado le provocaba una alteración hormonal que no esperaba. Aún que había decidido tener a su hijo/a sola, había momentos en que le entraban ganas de decirle a Arcadio que la criatura era suya.
El fatal destino quiso que se encontrara con Arcadio en unos grandes almacenes.

- Hola, ¿qué haces?
- Aquí de compras.
- Estás diferente. ¿Te has hecho algo en el pelo?
- No, pero gracias por no decir que estoy más gorda.
- ¡Ah! Es eso
- Sí, estoy embarazada.
- ¡¡¡¡Enhorabuena!!!
- ¿No te sorprende?
- ¿Sorprenderme?, no, ¿por qué?, tienes treinta y cinco años, me sorprendería si tuvieses quince, pero a tu edad…, la verdad ya era hora.
- ¡CAPULLO!, es tuyo
- No creo.
- ¿Qué insinúas?
- No insinúo nada. No es mío.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Que soy sacarino: endulzo pero no engordo. Que tengo hecha la vasectomía.
- ¿Perdona?
- Sacarino: endulzo pero no engordo.