LAS MIL Y UNA CITAS

Mínimo una vez a la semana nos reuníamos para cenar y hablar de lo ocurrido en esos siete días, había veces que parecía que la semana había pasado sin más y sin embargo otras no tenían desperdicio. Claro que esas semanas, lo más interesante se sucedía entre el fin de semana y el lunes siguiente, así que el martes los teléfonos iban que echaban humo para ofrecer noticias frescas. Al final decidimos que las cenas se harían los martes, siempre que se pudiese.

Martes, 29 de mayo 2007. 22:00 p.m. aproximadamente.


Quedamos en un restaurante que me quedaba cerca de la oficina donde trabajo y llegué como media hora antes de tiempo. Después de mí, la primera en llegar fue Lorena, acto seguido se volvieron abrir las puertas e hicieron su aparición Jairo y Verónica, la última, para no variar, Carla.

Por cierto, yo soy María.

Después de saludarnos y pedir unas hamburguesas grasientas, patatas, coca-cola…, podríamos a ver pedido ensaladas pero ese menú tan Light lo dejamos para nuestras citas. En eso estamos de acuerdo tod@s.

En forma de ritual siempre empezábamos hablando de cine, cosa que a día de hoy sigo sin entender, por qué empezábamos hablando de cine si siempre acabábamos hablando de sexo, que realmente era el tema más morboso y mayor audiencia.

Mientras los demás nos conformábamos con ver una película comercial que se podía ver en cualquier cine, Verónica siempre nos sorprendía con un estreno independiente de un país que no conocía ni quien estuvo allí. Además no sé si ella entendía de cine, pero está claro que en el reino de los ciegos el tuerto es el rey, porque nos hablaba de la maravillosa fotografía, de lo bien que el director expresaba lo que quería decir y todos nos quedábamos callados esperando a que acabase de hablar porque no nos atrevíamos a discutir su punto de vista, claro que tampoco hablábamos porque cuando Verónica se ponía profunda, en cuanto a cine se refería, era fácil desconectar de la conversación. Al final todos decíamos que iríamos a verla, cosa que en raras ocasiones sucedía.

Nos trajeron nuestro nuevo colesterol servido en plato de colores. ¡Qué gustó dar comer algo “prohibido”!, aunque después tengas remordimientos de conciencia.

- He ligado – dijo Jairo sin darle más importancia y metiéndose una patata en la boca. No dijimos nada, sólo lo mirábamos, él sabía lo que queríamos. No, nos sorprendía que Jairo hubiese ligado, él siempre ligaba, el hecho de que le fuese la carne y el pescado le ayudaba mucho, pero nosotras siempre deseábamos saber todos los detalles de cada una de sus citas.
- ¿Qué queréis, cotillas?, ¿detalles…?, pues apretar vuestras posaderas a esas sillas que haya voy. – como le gusta al gachón hacerse el interesante.
- ¿Tío o tía?- pregunté.
- Esta vez, tío y sólo os diré, sin decir su nombre, que lo conocéis. Alguna vez lo visteis y quien sabe si alguna de vosotras lo tuvo encima o debajo.- y sonrió picaronamente.
- ¿No habrás roto el pacto? – preguntó Lorena casi indignada.
El resto al unísono:- ¡¡¡¿qué pacto?!!!
- Ese pacto no escrito de que nadie se puede tirar ni al novi@, ni al/la ex de nadie.
- ¿Cuándo hemos hecho ese pacto? – pregunté yo. Quizá lo habían hecho en alguna cena en la que yo no pude estar.
- No es un pacto verbal – aclaró- es algo que se sabe.
- Pues, lo siento yo no tenía constancia de ese pacto. – dijo Jairo como con aires de superioridad
- Yo tampoco – dijo Verónica. Carla y yo también nos unimos al grupo de los ignorantes.
- ¿Queréis decir que algun@ de vostr@s se ha acostado con alguno de mis ex?
- Yo no – me apresuré a decir, los hombres que le gustaban a Lorena estaban a mil años luz de los que a mi me ponían.
- Me niego a contestar, somos amig@s. – dijo Verónica. Carla se limitó a no decir nada y Jairo hizo una sabia contribución:
- Vamos a ver cielo, que más da si algun@ de nosotr@s se ha acostado con alguno de tus ex, al fin y al cabo son ex y tú misma al mejor lo describes como cerdos-cabrones.
- Sí, pero son mis cerdos-cabrones y además, de manera altruista, diré que yo ya he comprobado por vosotros que esos no nos convienen. A ninguno.

Siempre que algun@ agregaba un ex a la lista, siempre comentábamos que si publicásemos sus caras y datos en los periódicos haríamos una gran labor social, pero nos enteramos que era ilegal. Además siempre hay un roto para un descosido.

- Hasta los que no son ex, son unos cerdos-cabrones – dijo Verónica con melancolía en la voz.
Nos olvidamos del nuevo ligue de Jairo y concentramos toda la atención en Verónica, estaba claro, tenía problemas sentimentales y aquí estábamos la panda del moco – feos y pocos- (es broma. Lo de la panda digo…) para ayudarla.
Esperábamos que Verónica se desahogara, que nos contara que le había hecho Ramón, su pareja actual, pero para ponernos al corriente empezó a hacer una cronología de programa rosa.




CAPITULO 1 – Los hombres de Verónica.

- ¿Os acordáis cuando éramos niñ@s?, qué felicidad más tonta, te enamoriscabas de algún niñito, tú creías que te rompía el corazón, porque él decía que era tu novio pero es que también decían que era el novio de otra niña y hay empiezan a demostrar los hombres, lo promiscuos que llegan a ser.
Ya cuando entras en la asquerosa adolescencia es horrible te enamoras y te desenamoras con una velocidad de vértigo. Recuerdo que amé con todas mis ganas a Ismael durante meses, le estuve poniendo notitas en su mochila, cuando al final se fijo en mí, yo sentía que el corazón me latía más fuerte al estar a su lado, pero a la semana descubrí que quien realmente me gustaba era Carlos. Carlos si que era un hombre, con éste, hasta llegué a darme un par de piquitos. Un mes estuvimos juntos y en aquel momento era un record. Cumples los dieciséis y ya la has cagado., porque vas y te enamoras, te enamoras de verdad.
El día de mi dieciséis cumpleaños conocí a Ernesto, ¡qué guapo era!, no sé quien nos presentó pero recuerdo que cada día durante casi tres años estuve dando gracias por haber puesto en mi camino a Ernesto. Su cara era perfecta, su cuerpo era perfecto, su sonrisa era perfecta, me amaba, lo amaba, íbamos al cine cada sábado y cada domingo, perdimos la virginidad juntos,

- ¿En el cine? – preguntó Lorena. Los demás reímos.

- No fue en su casa, una tarde que sus padres habían salido a dar una vuelta. Fue increíble, me gustó y mucho. Tanto que aún sigo practicándolo o eso intento.- Otra vez se le cambió el rostro.

- Verónica, quieres decirnos algo – dije yo.

- No, pero verdad, ¿qué estaría bien volver atrás y arreglar todo lo que estropeamos? – Nadie contestó porque no sonó a pregunta retórica.

- ¿A qué estaría bien? – insistió Verónica.

- Sí – contestamos, por no hacerle un feo.


Verónica siguió hablando. - Y luego llegó Nash, mi ligue internacional. Aquel marroquí, a éste lo conocisteis, era de lo más comunicativo. Aquel que vivía cerca de mi casa y todos los días me piropeaba y que siempre os decía lo bueno que estaba. Es que las cosas como son, estaba bueno. – Todos asentimos.





… YA VEREMOS SI CONTINÚA…