HIJO DE LA LUNA

Estaba extenuada, el viaje estaba siendo largo, no tenía ni idea de cuando tocaría tierra firme. Permanecía empapada tras la tormenta que les había sorprendido en la travesía, lo que llevaba encima eran sus únicas prendas.
Atrás dejaba lo que había sido su país, su hogar. Dejaba un marido muerto y dos hijos, ninguno mayor de edad, pero ya eran llamados niños de la guerra.
Recuerda el día que los reclutaron, ella no podía luchar contra la “ley”, lloró en silencio. Días después de perder a sus hijos y que su marido se fuese a hacer la guerra, la violaron. A bien seguro tenía que aquello pasaría tarde o temprano y mientras les rasgaban las vestiduras pensaba que había sido afortunada al no tener que sentir aquel dolor antes. Después de aquella primera violación vinieron muchas otras.

Andando hacía un mejor lugar, aún no habiendo conocido más que los alrededores de donde vivía. Le habían hablado de nuevos mundos. Encontró en el camino, tirado en una cuneta el cuerpo sin vida de su marido, no lo amaba porque como a casi todas las mujeres de su familia, los hombres las habían comprado. Ella a penas cumplía los doce años cuando fue vendida. Un año después tendría a su primer hijo. Pero allí una mujer sin marido era carne de cañón.

Se tuvo que detener al pie de un sendero para descansar un instante, estaba embarazada, no sabía calcular de cuanto y claro está, tampoco sabía quien era el padre.
Se aferró a aquel inocente para seguir adelante y buscar un sitio digno donde darle una esperanza de vida fuera del ruido de las armas.


Sacó la mano fuera y tocó el agua, ahora en calma, estaba anocheciendo y ya había perdido el miedo a la inmensidad del mar. El silencio era agradecido, quince personas en una patera tan pequeña tenían que ahorrar esfuerzos para mostrarlos cuando viesen la costa.

Dormían todos y una nueva tormenta les sorprendió. Todos luchaban por sobrevivir y ella vio un haz de luz que se le acercaba:

- Vengo a por tu hijo – susurró la luz

Ella creyó que era la muerte y le dejó actuar.

A la mañana siguiente de esa experiencia, despertó en una playa. Un equipo de rescate corrió a socorrerla. Se tocó la barriga.

- Mi hijo, ¿mi hijo dónde esta? – preguntaba en su idioma.
- Tranquila, no te entendemos, pronto vendrá un traductor.
Se miró la barriga y no había ni rastro de su embarazo, ni tenía síntomas de haber parido.

El haz de luz que había venido a robar un niño viajó a años luz y le presentó el bebé a la luna.


- Señora Luna, este es su hijo
- ¡NO, mi hijo ha de ser blanco como yo! – exclamó la luna .
- Señora, ¿usted no quería un hijo del Sol? – preguntó bajito la luz .
- Sí, quiero un hijo del Sol.
- Pues el sol es fuerte y esta sano, pero también quema y por esos sus hijos son de color tostado.

Ante esas palabra la señora Luna se convenció y menguó para hacerle una cuna a su niño, el niño del Sol, hijo de la Luna.